Por Lic. Enrique Jaureguis
La situación de pandemia que estamos transitando, ha puesto en movimiento todos los aspectos que hacen al funcionamiento de la sociedad. De pronto nos vimos obligados a reorganizar nuestras vidas.
Los horarios cambiaron, los comercios abren de corrido hasta las 18; las costumbres cotidianas como reuniones sociales, cumpleaños, casamientos, fueron dejadas de lado; las formas de trabajo se alteraron, dando lugar a otras como el teletrabajo o trabajo domiciliario; las reuniones familiares quedaron separadas por el aislamientos; la necesidad imperiosa de diversión nocturna de los jóvenes quedaron fuera de contexto, hasta los preceptos religiosos pasaron a cuarto intermedio.

La salud y la ciencia trabajan a destajo para combatir el virus, la comunidad política de buena voluntad aúna esfuerzos para dar solución a los habitantes. Todo el escenario ha cambiado, y por consiguiente todos nos vimos obligados a buscar nuevas formas, para adaptarnos a la realidad.
Llamativamente hay un aspecto importante de la vida de los pueblos, que no ha cambiado nada, y no se escucha a ningún referente de dicho ámbito, proponer nuevas formas. Me refiero a la dimensión económica.
En lo que va de la cuarentena, solo se los escucho decir que urge terminar con el aislamiento, para reactivar la economía, hasta tuvieron apoyo de una parte de los habitantes “Anticuarentena”, que no tardaron en salir a las calles con cacerolas para reclamar el fin del aislamiento, justamente en una ciudad en donde al día de hoy los contagios son de a cientos. Tampoco faltaron oportunistas políticos mercantilistas, que pasaron por todos los medios de comunicación acusando al gobierno de “Enamorado de la cuarentena”.
Si miramos a los países con gobernantes que priorizaron modelos económicos, sobre la salud del pueblo, hoy cavan sepulturas con retroexcavadoras, y sepultan por cientos a los fallecidos en soledad, sin la despedida de sus seres queridos. Lo importante para ellos es que la economía no se detenga. Hasta ven con agrado reducir la población. Ej, EEUU, Brasil, Chile, Bolivia, no es casual que estos países están gobernados por presidentes neoliberales.
En la realidad de nuestro país, vemos como a la par de pensar en estrategias para evitar el contagio, se debe pensar en cómo negociar la abultada deuda que en los últimos 4 años tomo el gobierno nacional. Los prestamistas internacionales, actúan y presionan como si nada pasara.
En este contexto, llama la atención que economistas y contadores, en su trayectoria formativa cargada de tanto procedimiento matemático, no hayan desarrollado capacidades y competencias que les permita pensar en modelos económicos alternativos. Pareciera como que su formación académica solo se limitara a aplicar una única fórmula; son los únicos actores sociales, que no se lucen por propuestas aternativas o superadores. Cualquier docente, ha salido de su lugar de bienestar para llegar de cualquier forma a sus alumnos. La comunidad científica se ha puesto al lado de los gobernantes asesorando. Por su parte los economistas esperan sentados el regreso a la “normalidad”.
Revisando la historia universal, podemos recordar que en el siglo pasado, en un mundo de postguerra, el economista inglés Keynes, supo contradecir los principios clásicos de la economía, dando lugar a una doctrina que se convirtió en políticas de estado de muchos países. Modelo que permitió levantar rápidamente el desbastado mundo; para que luego nuevamente sea puesto al servicio de la economía clásica.
Urge que los economistas salgan de sus espacios de confort, dejen de pensar que el retorno será como antes. La economía mundial esta desbastada, por lo tanto debe buscarse nuevas formas desde una mirada social, y no meramente técnica; el mundo necesita nuevos Keynes.
Prof. Enrique Jaureguis | Lic. en Cs de la Educación
