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Editorial: Cuando el frío desnuda nuestras carencias educativas

Más allá de la anécdota, este hecho puntual se establece como un crudo espejo de las deficiencias estructurales y socioeconómicas que, año tras año, la llegada del invierno pone en evidencia nuestro sistema educativo.

Producción30/06/2025Emmanuel NavarroEmmanuel Navarro
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La imagen es elocuente y, a la vez, desoladora: un número bajo de alumnos se hicieron presentes en las aulas, en medio de la ola polar que azota a la provincia de Salta.

Más allá de la anécdota, este hecho puntual se establece como un crudo espejo de las deficiencias estructurales y socioeconómicas que, año tras año, la llegada del invierno pone en evidencia nuestro sistema educativo.

No es casualidad que las sillas permanezcan vacías cuando el termómetro marca temperaturas bajas. La realidad, incuestionable, es que muchas de nuestras escuelas, especialmente aquellas ubicadas en zonas vulnerables o periféricas, distan de ofrecer las condiciones mínimas para enfrentar temperaturas extremas. 

Ausencia o precariedad de sistemas de calefacción, aulas con ventanas rotas o sin cerramientos adecuados, y edificios con deficiente aislación térmica, son problemas recurrentes que transforman el aprendizaje en una epopeya invernal.

¿Cómo pretender que un niño o adolescente pueda concentrarse en una lección si sus dedos están entumecidos y su cuerpo tiritando?

Pero la problemática va más allá de la infraestructura edilicia. El frío extremo no solo revela la falta de inversión en nuestros edificios escolares, sino que también subraya una dolorosa brecha social. Para muchas familias salteñas, contar con un abrigo "fuerte", una campera adecuada, un par de guantes o un gorro que realmente proteja, es un lujo.

La pobreza y la precariedad económica obligan a priorizar la alimentación o la salud sobre la vestimenta adecuada para el invierno, dejando a los más pequeños expuestos a los rigores climáticos y, en consecuencia, a enfermedades que los alejan de las aulas.

La escuela, ese espacio que debe ser seguro y acogedor, se convierte así en un lugar inhóspito que expulsa a quienes más necesitan de ella. La ola polar nos recuerda, con urgencia y crudeza, que la educación de calidad no es solo una cuestión de currícula o docentes capacitados. Es, ante todo, una cuestión de derechos básicos: el derecho a un ambiente digno para aprender y el derecho a no ver comprometida la salud por la falta de recursos.

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Es imperativo que esta fotografía de aulas vacías no se archive como una anécdota invernal más. Es un llamado de atención a las autoridades provinciales y municipales para que la inversión en infraestructura escolar y las políticas de asistencia social se conviertan en prioridades ineludibles.

Solo cuando cada niño salteño pueda ir a la escuela abrigado y encontrar un aula cálida y segura, podremos afirmar que estamos, realmente, comprometidos con la educación y con el futuro de nuestra comunidad.

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