Una traición en la noche: la emboscada que hirió de muerte a Güemes

Ocurrió en la madrugada del 7 de junio de 1821. Un delator local reveló su ubicación y una partida realista lo emboscó en pleno centro de Salta. Gravemente herido, el general resistió diez días hasta morir sin entregarse.

Sociedad08/06/2025José Alberto CoriaJosé Alberto Coria
Guemes herido

Por estos días, pero hace más de dos siglos, la ciudad de Salta era escenario de una emboscada que marcaría el principio del fin para uno de los hombres más decididos de la lucha por la independencia: el general Martín Miguel de Güemes. La madrugada del 7 de junio de 1821, una bala realista le atravesó la cadera en una encerrona letal orquestada por el coronel español José María Valdés, mejor conocido como “El Babarucho”.

Güemes estaba en la ciudad, confiado en la seguridad que le brindaban sus tropas. Había recibido días antes un aviso sobre movimientos extraños en la zona serrana de Los Yacones, pero no creyó posible que los realistas pudieran llegar hasta allí. Se equivocaba. Eran 400 soldados enemigos que, guiados por el conocimiento de Valdés -viejo contrabandista que conocía los caminos más ocultos- lograron infiltrarse sin ser detectados y pasaron el día ocultos en la sierra, esperando la noche para atacar.

"Güemes herido cabalga hacia su campamento" Oleo sobre tela de Juan A. Boero.
"Güemes herido" de Juan A. Boero.

La información precisa sobre el paradero del gobernador fue entregada por un comerciante local, Mariano Benítez, que delató que el líder salteño se encontraba esa noche en casa de su hermana Macacha, en la esquina de Balcarce y España. Así se selló la traición: las tropas realistas ingresaron sigilosamente y se apostaron en la plaza principal, listos para interceptarlo.

Güemes estaba acompañado por su cuñado Dionisio Puch y sus colaboradores cercanos. La señal del desastre fue un mensajero que intentó cruzar la plaza y fue interceptado con un “¿quién vive?”. Al responder “la Patria”, recibió un disparo a quemarropa. Los tiros alertaron al general, que salió al galope para comprender lo que ocurría. También a él le preguntaron “quién vive”, y al contestar lo mismo, logró esquivar una descarga inicial. Pero al doblar por una calle oscura, fue interceptado por fusileros del rey.

Sable en mano, intentó abrirse paso, saltó sobre los soldados montado en su caballo, pero una segunda descarga lo alcanzó: una bala le ingresó por la cadera derecha y se alojó en la ingle. Gravemente herido, apenas logró mantenerse sobre el lomo del animal hasta que se encontró con una partida leal. “Vengo herido”, dijo. Lo bajaron, improvisaron una camilla con ramas y ponchos, y lo trasladaron primero a su finca en La Cruz y luego a la Quebrada de la Horqueta, donde se refugiaría hasta su muerte, diez días más tarde.

"Muerte de Güemes" de Aristene Papi.
"Muerte de Guemes" de Aristene Papi.

La emboscada no solo dejó herido al general: también marcó simbólicamente el abandono que sufría por parte de Buenos Aires y de muchos sectores del poder central. Mientras resistía casi en soledad los embates realistas en el norte, en la capital porteña muchos ya lo daban por incómodo.

La herida no fue solo física: fue también política. Aun así, Güemes eligió morir en su tierra, rodeado de sus gauchos, sin rendirse. Su última gesta no fue una victoria militar, sino un legado: el de la lealtad a la causa independentista, aún cuando la traición venía desde adentro.

multimedia.grande.97cdf8fe516d11eb.Z3JhbmRlLndlYnA=

Te puede interesar
Lo más visto