Tristeza por el cierre Pro-Huerta: "hace 30 años mi papá pedía semillas al INTA"

La decisión edjó en incertidumbre a muchos pequeños productores y familias que encontraban en este programa una fuente de insumos para la producción de alimentos.

Sociedad19/05/2024Xiomara DíazXiomara Díaz
Semillas INTA

En medio de una decisión controversial, el cierre del Programa Pro Huerta del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), decretado por el presidente Javier Milei, generó una ola de reacciones en el país. Una de las voces más emotivas provino de Celeste Otero, quien compartió su historia y tristeza a través de su perfil en Facebook, revelando el impacto personal y comunitario de esta medida.

Celeste recordó con nostalgia cómo su padre, durante más de tres décadas, madrugaba para cuidar una huerta que producía una variedad de vegetales y frutas gracias a las semillas provistas por el INTA. “Era un verdadero vergel”, describió, mencionando la diversidad de productos que obtenían, desde tomates y pimientos hasta sandías y melones. La única excepción eran las zanahorias, que nunca lograron cultivar, pero, como ella misma señaló, "entre tantos manjares era lo único que teníamos que comprar en la verdulería".

Tras la muerte de su padre y, años después, de su madre, Celeste continuó la tradición familiar de solicitar semillas al INTA. Aunque admite no tener la misma habilidad para la jardinería que su padre, ella sigue cultivando la tierra de su infancia y utiliza los productos de su huerta para preparar comidas que vende. "Cuando me dicen '¡Qué rico que está!', yo respondo: 'Es que tiene la magia de la huerta de casa'", compartió con orgullo.

Sin embargo, la alegría de mantener viva la tradición familiar se vio empañada cuando en su última visita al INTA le dijeron: "Disfrutalas que son las últimas, el Presidente Javier Milei cerró el Programa Pro Huerta". El programa, que durante años había proporcionado insumos a pequeños productores y familias para fomentar la agricultura familiar y la seguridad alimentaria, fue clausurado como parte de las políticas de ajuste del nuevo gobierno.

"Yo no sé de índices inflacionarios y recortes. No sé de políticas socioculturales ni de políticas extranjeras", escribió Otero, cuestionando la justificación y el ahorro que supone el cierre del programa. "¿Realmente vale la pena cuando es algo autosustentable?", se preguntó, reflexionando sobre el impacto de esta medida en las familias que no pueden permitirse comprar semillas.

Su testimonio resuena con muchas otras voces preocupadas por las consecuencias de esta decisión. Otero concluyó su mensaje con una reflexión profunda: "Yo puedo seguir comprando las semillas y que la magia continúe... pero la gente que no puede? Y la alegría que genera hacerle la sopa a tus hijos con el zapallo que sembraste con tus manos. Perder eso realmente vale la pena? Sé que muchos me van a decir que necesitábamos un cambio. ¿Pero este era el cambio que necesitábamos?".

El cierre del Programa Pro Huerta no solo representa una pérdida material para muchos hogares, sino también una pérdida simbólica de una tradición y un medio de subsistencia autosustentable que promovía la conexión con la tierra y la autosuficiencia alimentaria. La comunidad, ahora, enfrenta la difícil tarea de adaptarse a esta nueva realidad y buscar alternativas para mantener viva la esencia de sus huertas familiares.

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