Lamentable: un hombre sufrió la amputación de un brazo tras un accidente vial
Un accidente en General Güemes dejó a un hombre de 44 años con la amputación de un brazo tras sufrir un ataque de epilepsia mientras conducía.
Laura encontró en la computadora de Nacho apuestas cada dos minutos durante toda una mañana mientras, a la vista de los demás, estaba trabajando. En la Argentina, el suicidio es la segunda causa de muerte por causas externas (después de los siniestros viales y antes de los homicidios) entre los adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años.
Actualidad10/09/2024Carolina SaraviaPara entender la historia de Laura, nos lleva a un martes de noviembre que había arrancado como cualquier otro. Ignacio y Laura desayunaron juntos y se despidieron. A ella le tocaba trabajar presencial y él tenía por delante una sesión de kinesiología. De camino al centro terapéutico, Nacho, como le decía todo el mundo, intentaría cambiar unos dólares por pedido de Laura. Por ese tema, madre e hijo estuvieron interactuando por WhatsApp hasta el mediodía.
Unas horas más tarde, y mientras ella estaba en una reunión, el teléfono de Laura empezó a sonar. Era su hija. “Mamá, tenés que venir urgente a casa”, le dijo. La joven se resistía a darle los detalles por teléfono. Pero insistió y entonces escuchó tres palabras que lo cambiarían todo para siempre: “Nacho se murió”.
“Creo que lo lógico hubiera sido preguntar si había tenido un accidente. Pero no. Yo le pregunté: ‘¿Se suicidó?’. Enseguida lo ligué con lo que habíamos hablado unas semanas antes”, cuenta Laura en el living de su casa, un espacio del que solo sale cuando es indispensable porque en la calle, dice, todos los jóvenes le recuerdan a su Nacho.
Laura repasa las líneas de aquel diálogo con el chico de 22 años, el menor de sus tres hijos, como si tratara de encontrar alguna pista del tsunami que tres semanas después arrasaría para siempre con todas sus certezas sobre la vida y la maternidad.
Durante esa conversación, Nacho le contó a su mamá sobre su adicción al juego, ella se comprometió a ayudarlo en todo lo que pudiera y él a darse de baja de todos los sitios de apuestas online que frecuentaba desde su computadora y en los que había perdido los 15.000 dólares que había ahorrado para irse a vivir a España. También accedió a hacer una consulta psicológica. Para cumplir con su parte del trato, Laura comenzó a comprar cuanto libro creía que podía orientarla sobre la problemática. Además, se acercó a un grupo para familiares de Jugadores Anónimos para buscar herramientas.
Tanto psicólogos como psiquiatras vienen alertando sobre la proliferación de apuestas online entre niños y adolescentes pese a tratarse de una actividad ilegal para menores de 18. De hecho, empiezan a conocerse encuestas que también alertan sobre este fenómeno: por ejemplo, según un estudio de este año, el 16% de los jóvenes argentinos de entre 16 y 29 años dijo realizar “apuestas online regularmente”.
Lo que pudo reconstruir de aquel martes trágico fue que su hijo asistió a la sesión de kinesiología, donde se trataba por una lesión en los ligamentos de una rodilla. Ya de vuelta en su casa, apostó la plata que el día anterior le había pedido a su hermana para pagarle a un amigo. Para ganar, debían ganar cuatro equipos asiáticos de fútbol que jugaban esa misma tarde. La familia supone que Nacho se suicidó al saber que uno de esos equipos había perdido.
Con el suicidio de Nacho nos pasó como con su ludopatía: no hubo señales. Era un chico de 22 años, deportista, superamiguero, trabajaba, estudiaba, no tenía problemas de apetito o de sueño, y ni hablar de que diera señales de depresión”, enumera Laura. “Todos los días me pregunto qué fue lo que no vi. La sensación de podría haber hecho más por él es algo que me carcome”, dice acongojada.
Laura reconoce que el suicidio de su hijo no se debió únicamente a su adicción al juego. “Hoy, puedo ver que Nacho cargaba secretamente una historia que lo llevaba a jugar de manera compulsiva y que no le permitió pedirme ayuda pese a que se la ofrecí. Pero también sé que el disparador de ese día fue el juego, esa apuesta que perdió. Un chico no va a kinesiología al mediodía y se suicida tres horas más tarde”, agrega la mujer.
En la Argentina, el suicidio es la segunda causa de muerte por causas externas (después de los siniestros viales y antes de los homicidios) entre los adolescentes y jóvenes de entre 15 y 29 años. Y aunque las mujeres tienen más intentos, por cada suicidio consumado de una chica, hay tres de un varón.
Laura debió esperar unos 20 días para recuperar la carta que había dejado su hijo antes de suicidarse. Dice que la había encontrado la Policía y se la había llevado para peritarla, sin darle la posibilidad de leerla o sacarle una foto. “Me tuve que pelear mucho en la Fiscalía para que me la devolvieran. Sé que hay padres que demoran un año en recuperarla”, se enoja.
Cuando pudo conseguir esa hoja manuscrita, no encontró una carta sino dos. La primera, estaba fechada el día que habló con ella y le contó de su adicción al juego. “Se ve que ya tenía pensamientos suicidas, aunque no dijo nada al respecto”, se lamenta. La segunda, fechada el día de su suicidio, Laura se la sabe de memoria. “Ahí nos dice: ‘Ya no puedo más, necesito buscar mi paz porque esto se hace insoportable. Traten de ser felices y acuérdense de lo bueno de mí y no de este momento’”, recita Laura entre lágrimas.
Después de que, aquel martes de noviembre, la Policía retirara el cuerpo de su hijo, la mujer encontró en la mochila del chico otro cuaderno. Había una tercera carta, fechada dos días antes. Era una carta de intenciones dirigida a sí mismo. Ahí decía que si ganaba una apuesta que estaba por hacer, se comprometía a realizar unas 20 acciones orientadas a cambiar su vida, como no volver a apostar, hacer rehabilitación, encontrarle un sentido a su vida y a sus cosas y comprometerse en alguna causa para que la gente dejara de apostar. Es, por este último punto, que Laura accede a contar su historia.
Cuando la muerte de Nacho la sorprendió, ella empezó a desandar los últimos pasos del chico para entender por qué la vida se le había puesto tan de cabeza en menos de un mes. “Logré entrar en su computadora y me encontré con varios perfiles activos en casas de apuestas online. Cuando vi su historial de apuestas en una de esas casas, descubrí que en los últimos seis meses había apostado unos 140.000 dólares en apuestas de 200, 1000, 2000 o 5000 dólares que había ganado o perdido. El era fanático del fútbol y era sobre lo que más apostaba, pero había días en que las apuestas eran a lo que fuera: boxeo, paddle, ping pong”, relata la mujer.
No fue lo único que descubrió. Al mirar ese historial, se encontró con jornadas en las que la compulsión se apoderaba de su hijo hasta el extremo de hacerlo apostar cada dos minutos durante toda una mañana mientras, a la vista de los demás, estaba trabajando. “Yo no digo que todo el que apuesta sea un ludópata. Pero sí que el sistema está diseñado para convertirse en la trampa de cualquier persona atravesada por alguna vulnerabilidad”, dice.
Todos los martes, en el cuarto de Laura se enciende una vela. Conmemora otra semana sin su hijo. “Lo extraño todos los días”, llora con desconsuelo, mientras dice que todas las noches, cuando se hace la hora en la que Nacho solía volver de jugar al fútbol, una parte suya todavía lo espera como si todos estos meses hubieran sido un mal sueño. Pero hoy, otra vez, es martes. Es una nueva semana sin Nacho y tendrá que encender una nueva vela.
Fuente: La Nación
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