
Comenzó la veda electoral en Salta: un tiempo de reflexión para el electorado
A partir de este momento ya no se puede difundir publicidad electoral.Tiempo para decidir el voto sin influencia de propaganda política.
En una protesta pacífica por un ajuste digno, los ancianos que construyeron este país fueron reprimidos sin piedad. ¿En qué clase de sociedad nos hemos convertido si maltratamos así a quienes nos dieron la vida?
Actualidad13/03/2025La imagen es brutal. Una jubilada cae al suelo tras un golpe en la cabeza propinado por efectivos de la Policía Federal Argentina. La escena es tan atroz que duele escribirla, pero es necesario hacerlo. No hay justificación posible para semejante violencia. No hay argumento que sostenga semejante desamparo. El rostro de esa mujer, como el de tantas otras personas mayores que ayer salieron a manifestarse frente al Congreso, podría ser el de tu madre, tu padre, tu abuelo o tu abuela. Y la pregunta es inevitable: ¿Tanto les molestan nuestros viejos?
El operativo de seguridad ordenado por la ministra Patricia Bullrich desplegó un accionar represivo feroz contra los manifestantes que reclamaban por aumentos en sus jubilaciones. La protesta, acompañada por hinchas de distintos equipos de fútbol y organizaciones sindicales, fue desarticulada con hidrantes, gases lacrimógenos y balas de goma. La Policía avanzó sin medir consecuencias. El resultado: 124 detenidos, 20 heridos y una sociedad que observa con estupor el trato que reciben aquellos que dedicaron su vida al trabajo y que hoy apenas pueden subsistir.
Entre los heridos se encuentra Pablo Grillo, fotógrafo, quien recibió el impacto de una cápsula de gas lacrimógeno en la cabeza y se encuentra en estado de gravedad. Pero también están los heridos invisibles: los jubilados golpeados, arrastrados, gaseados. Aquellos que no recibirán una placa en un noticiero, pero que hoy están en sus casas o en hospitales, aturdidos y dolidos, preguntándose si realmente merecen este destrato.
La violencia se desató en la Plaza de los Dos Congresos y se extendió por el centro de la Ciudad de Buenos Aires, con persecuciones y detenciones arbitrarias. Las imágenes hablan por sí solas. Videos en redes sociales muestran cómo la Policía empuja, patea y golpea a personas mayores. La brutalidad es injustificable. Y mientras la represión avanzaba, se escuchaban gritos de “Aguante la libertad, carajo”, como si la libertad consistiera en silenciar a quienes exigen vivir con dignidad.
Los cacerolazos fueron la respuesta de una sociedad que no quiere acostumbrarse a estas postales de violencia. En barrios porteños, en el conurbano, en ciudades como Córdoba y Mendoza, miles de personas hicieron sonar sus ollas en señal de protesta. Porque esto no es solo una agresión a jubilados. Es una agresión a la historia, a la memoria, al futuro. Es un ataque directo a quienes nos dieron la vida y nos enseñaron lo que es el sacrificio.
Queda una pregunta en el aire, dirigida a quienes golpearon, gasearon y reprimieron sin piedad: ¿Dónde dejaron la conciencia? ¿Cómo miran a sus propios padres y abuelos después de esto? La historia recordará estas imágenes y juzgará a quienes las ejecutaron, a quienes las ordenaron y a quienes las justificaron. Pero también recordará a quienes no callaron. Porque el silencio también es cómplice. Y los jubilados de este país merecen algo mejor que el olvido y la violencia.
A partir de este momento ya no se puede difundir publicidad electoral.Tiempo para decidir el voto sin influencia de propaganda política.
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