
Editorial escrita por Nowhereman, un testimonio personal y colectivo sobre las rutas de fe que cada año recorren los peregrinos del Milagro en Salta.
La célebre frase pertenece al filósofo, Ortega y Gasset, cuando hace más de 80 años, explicó con elocuencia, la causa de los males que padece este país
Opinión06/09/2023 Lic. Eduardo PomaA comienzos del siglo XX la Argentina figuraba entre las siete primeras economías del mundo, y varios científicos e intelectuales que nos visitaron, expresaron que habían observado de cerca cómo se desarrollaba una futura gran potencia. Pero después del golpe de Estado de 1930, y el regreso al liberalismo agro exportador probritánico, totalmente dependiente, en un período conocido como la “década infame”, las cosas ya no anduvieron muy bien.
En 1939, en la ciudad de La Plata, el prestigioso ensayista y filósofo español José Ortega y Gasset-decía:-"¡Argentinos, a las cosas, a las cosas!". Su elocuente frase era completada cuando señalaba con idéntica eficacia: "déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas, directamente y sin más…..".
La cita vuelve de tanto en tanto a la memoria de muchos, tal vez porque en estos tiempos nada ha cambiado demasiado. Desde los años cincuenta el país ha pasado por diferentes situaciones, crisis propias y ajenas, tropiezos con méritos sobrados y circunstancias globales que han dejado su huella, a tal punto, que el fracaso y la decadencia argentina es estudiado en el mundo como el misterio político más grande del siglo XX, puesto que se trata de un país que lo tenía todo, incluyendo una población homogénea sin conflictos raciales ni religiosos.
Pero lo lamentable es que no se ha modificado la actitud de siempre, la de mirar hacia afuera, buscar culpables (que sin duda también existen) y no hacerse cargo de nada. En este 2023 aquella afirmación queda ratificada. El año se va transcurriendo con más penas que glorias, dentro de una de las peores crisis económicas y sociales. El tiempo electoral vino a marcar el ritmo de los acontecimientos, acelerados por un escenario de crisis global que cumple al pie de la letra la “agenda 2030”. Las decisiones políticas estuvieron encuadradas en las reglas tradicionales del proselitismo partidario y la negación de la realidad por parte de un acostumbrado “relato” decadente y mitómano. Los problemas fueron nuevamente postergados. Las soluciones mucho más aún.
Desde el gobierno nacional, frente a un problema identificado por la sociedad, la tarea era ignorarlo, desconocer su existencia o, al menos, intentar minimizar y relativizar sus eventuales impactos. Del lado de la oposición, hay más señales de confrontación que de proyectos de unidad nacional. El año está prácticamente consumido, de hecho se sigue discutiendo sobre la coyuntura, lo anecdótico, lo superficial. El país tiene un abundante menú de asuntos sin resolver. Por un lado están aquellos que ya han sido visibilizados por la sociedad que aparecen en cualquier encuesta seria, como el caso de la inflación, la inseguridad, -el-narcotráfico,-la-corrupción,-el-colapso-educativo o el ferroviario, la pobreza, etc.
Se convive, además, con otras preocupaciones que forman parte de la agenda de cuestiones estructurales. Un Estado costoso, dilapidador, ineficiente se agiganta sin brindar soluciones, requiriendo más impuestos, emisión monetaria y endeudamiento para financiar sus aventuras, a los empleados del sistema y a los caprichos de muchos gobernantes que han hecho de este hábito una forma de vida que les permite alimentar a sus huestes. El catálogo continúa con el indisimulable desorden de las cuentas públicas y una insoportable presión tributaria que saquea a los que se esfuerzan quitándoles una porción significativa del fruto de su trabajo, justamente a esos que se esmeran por producir y generar riqueza, a lo que se agregan una deuda inmoral que se incrementa sin sentido y un esquema de subsidios que sólo estimula a los haraganes e ineficaces.
En ese contexto, todo sucede entre un turno electoral y el siguiente. El debate político sólo muestra de un lado a un sector que prefiere disimular las penurias para hacer de cuenta que no están, minimizarlas y si fuera posible postergarlas hasta el infinito, como si eso sirviera para algo. Del otro lado del mostrador, una oposición voraz, obsesionada con la idea de llegar al poder, se ocupa de exhibir los problemas, hacerlos visibles, como si no hubieran participado de su gestación y vigencia, con su historia, su accionar y posturas que los hace también responsables. Recordemos que en el último medio siglo se sucedieron gobiernos civiles y militares, peronistas y radicales, social demócratas y neoliberales, aliancistas progresistas, y los populistas seudomarxistas de la actualidad. No queda ya nada por-experimentar.
Con la política dedicada a denunciar responsables y jugando al poder para ver quién toma la posta, las soluciones no asomarán y los problemas seguirán siendo parte del paisaje cotidiano para incrementarse progresivamente por la pasividad e inoperancia de los protagonistas. Ortega y Gasset lo dijo hace más de 80 años, y llevará mucho tiempo más comprenderlo. Así y todo, tal vez valga la pena recordarlo y repetirlo. ¡Argentinos a las cosas, a las cosas!
Por Lic. Eduardo Poma
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