
Corrientes: enviaron más de 20 kilos de marihuana en una encomienda y fue capturada
Luego de que los gendarmes del Control Fijo “Cuay Grande” detectaron el envío, los funcionarios del Escuadrón 57 decomisaron 59 “panes” con la droga.

Ocho años después de la desaparición del ARA San Juan, el país vuelve a enfrentar el peso de una tragedia que marcó a fuego a la Argentina. El recuerdo de los 44 tripulantes, el deber cumplido y el dolor de sus familias siguen presentes, como una herida que todavía no cierra.
Argentina17/11/2025
Por Expresión del Sur
Ocho años después, el nombre “ARA San Juan” sigue pesando como una losa sobre la memoria nacional. No es solo un submarino perdido; es un capítulo doloroso de la historia reciente, un recuerdo de cómo un país entero quedó detenido frente al silencio de 44 argentinos que cumplían con su deber.


El 15 de noviembre de 2017, la palabra “desaparición” volvió a instalarse en la Argentina, pero esta vez no por cuestiones políticas ni por viejas heridas; era la desaparición de una nave de la Armada, de una tripulación que navegaba al servicio de la Patria. El silencio del ARA San Juan se sintió de inmediato como una alarma nacional. A las pocas horas, las dudas se transformaron en ansiedad, y la ansiedad en miedo.
Lo que siguió fue un país entero pegado a las radios, a los canales, a los partes oficiales, esperando una señal, una coordenada, una mínima certeza que devolviera algo de aire. En cada hogar se vivió lo mismo; la mezcla insoportable de angustia y esperanza. Las familias de los tripulantes se aferraban a cualquier dato, por mínimo que fuera, mientras pasaban las horas sin noticias. Las guardias frente a las bases navales, las madrugadas sin dormir, los rostros devastados, los silencios largos; todo eso quedó grabado en la retina de millones de argentinos.
La Patria entera siguió de cerca esa búsqueda. No importaba la bandera política, ni la región, ni la ideología. Por varios días, la Nación estuvo unida en una sola pregunta: “¿Dónde están?”... La pregunta más simple y más dolorosa.
Los partes se sucedían, confusos, contradictorios, insuficientes. Hubo momentos en que se creyó que estaban con vida. Hubo otros en que la realidad golpeó más fuerte. Mientras avanzaban las horas, cada anuncio se recibía con el corazón en la boca. La Patria esperaba. La Patria sufría.
Y después llegó lo inevitable: la confirmación del peor final. El ARA San Juan había implosionado. Ninguno de los 44 volvería. La noticia cayó como un mazazo. El país entero quedó en silencio.
Ahí comenzó otra historia, la que todavía sigue abierta; la de las responsabilidades, las fallas técnicas, los informes que no convencieron a las familias, los reclamos que nunca cesaron, las marchas, las promesas incumplidas, las búsquedas privadas, el hallazgo a destiempo. El dolor se transformó en bronca. La bronca en lucha. Y la lucha en un testimonio permanente de amor y de dignidad por parte de quienes siguen pidiendo verdad.
Los 44 tripulantes del ARA San Juan no fueron víctimas anónimas. Fueron hombres y mujeres formados para servir, profesionales que sabían lo que significaba navegar para la defensa del país. Cumplieron su deber hasta el último instante, sin estridencias, sin discursos, sin cámaras. Sirvieron a la Patria con una convicción que hoy, ocho años después, sigue conmoviendo.
La Argentina aún les debe algo. Les debe la verdad completa. Les debe justicia. Les debe memoria sin titubeos.
A ocho años, la herida no cierra. No debe cerrar. Cada aniversario devuelve la imagen de aquellas jornadas interminables, de los familiares abrazados a una reja, de los argentinos esperando un milagro que nunca llegó.
Recordar al ARA San Juan es, también, recordar quiénes somos como país cuando la tragedia nos golpea; un pueblo que acompaña, que se angustia, que reclama, que no se resigna. Un pueblo que no olvida.
Los 44 siguen siendo parte viva de la Patria. Y mientras no haya verdad plena, esta historia seguirá latiendo donde más duele.



Luego de que los gendarmes del Control Fijo “Cuay Grande” detectaron el envío, los funcionarios del Escuadrón 57 decomisaron 59 “panes” con la droga.

Los cambios determinados por la Anses alcanzarán a jubilados, trabajadores, monotributistas, veteranos y beneficiarios de AUH.

Agustina Camila Casco (21), la cadete de la Escuela de Policía (Juan Vucetich) que murió el 23 de noviembre de 2023 en una clínica de la ciudad bonaerense de Merlo tras, aparentemente, haber sufrido un brutal golpe durante un entrenamiento.

El Galpón despide al Padre Ariel Fessia, sacerdote de la Parroquia San Francisco Solano, tras una prolongada lucha contra la enfermedad que lo aquejaba desde 2024. Su partida deja un gran vacío en la comunidad que acompañó cada paso de su labor pastoral.

Ariel Fessia, párroco de San Francisco Solano, vivió momentos clave dentro de la Orden de San Agustín que lo llevaron a un encuentro personal con quien hoy es el Sumo Pontífice. Su historia vuelve a cobrar fuerza tras su fallecimiento.

La familia del sacerdote confirmó que su voluntad era permanecer en el pueblo que lo adoptó y que él eligió como hogar espiritual. Su hermana Raquel habló con Expresión del Sur tras el responso.

La figura del padre Ariel Fessia marcó profundamente a El Galpón. Su estilo pastoral, su mirada sobre la vida comunitaria, su forma de entender el servicio y su espiritualidad dejaron enseñanzas que hoy, tras su partida, cobran un valor aún mayor. | Por José Coria

Un joven de 21 años permanece internado en el Hospital del Carmen tras autolesionarse en su vivienda de Metán durante un episodio de descontrol. La familia indicó que se trató de un momento de alteración, mientras que el personal médico informó que su estado es grave y bajo diagnóstico reservado.

