
Editorial escrita por Nowhereman, un testimonio personal y colectivo sobre las rutas de fe que cada año recorren los peregrinos del Milagro en Salta.
Una respuesta política para satisfacer la demanda de una sociedad superior al mundo de la ciencia
Opinión26/03/2024Siempre evitamos condenar nuestros actos cuando vemos que acarrean consecuencias negativas y acusamos a los demás como responsables. Siempre nos consideramos inocentes y sin influencia en los acontecimientos. Nos pasó con la pandemia y ahora nos pasa con el dengue.
Esto me recuerda a un genial monólogo de Tato Bores que siempre está vigente: ¿Quién tiene la culpa? ¡El otro!
La culpa de todo la tiene el ministro de Economía dijo uno. No señor!!! Dijo el ministro de Economía mientras buscaba un mango debajo del zócalo. “La culpa de todo la tienen los evasores”.
Mentiras!!! Dijeron los evasores mientras cobraban el 50 por ciento en negro y el otro 50 por ciento también en negro. “La culpa de todo la tienen los que nos quieren matar con tanto impuesto”.
Falso!!! Dijeron los de la DGI mientras preparaban un nuevo impuesto al estornudo. “La culpa de todo la tiene la patria contratista; ellos se llevaron toda la guita”.
Pero, por favor…!!! Dijo un empresario de la patria contratista mientras cobraba peaje a la entrada de las escuelas públicas. “La culpa de todo la tienen los de la patria financiera”.
Calumnias!!! Dijo un banquero mientras depositaba a su madre a siete días. “La culpa de todo la tienen los corruptos que no tienen moral”.
Se equivoca!!! Dijo un corrupto mientras vendía a cien dólares un libro que se llamaba "Haga su propio curro" pero que, en realidad sólo contenía páginas en blanco. “La culpa de todo la tiene la burocracia que hace aumentar el gasto público”.
No es cierto!!! Dijo un empleado público mientas con una mano se rascaba el pupo y con la otra el trasero. “La culpa de todo la tienen los políticos que prometen una cosa para nosotros y hacen otra para ellos”.
Y así. La interminable lista de culpables del recordado Tato no terminaba nunca. La culpa siempre la tiene el otro, nunca es mía. La historia se repite una y otra vez, en cada momento de la vida. Ayer el coronavirus, hoy el dengue.
Que esperan!!! Decimos los vecinos mientras tenemos de mascota al Aedes aegipty en el fondo de nuestros hogares. “La culpa la tiene el Estado, el Gobierno, que no fumiga”.
Por una vez en la vida tenemos que hacernos cargo de lo que nos toca. Ese será el principio del cambio que tanto reclamamos en este país.
Si hay algo que une a todos los científicos del mundo en torno a esta enfermedad, es que el vector que la transmite, nace, crece, se reproduce y muere en nuestro hábitat. En nuestros hogares. O díganme; “¿Alguna vez alguien fue atacado por un zancudo en la calle?
El adulto de Aedes, a diferencia de otros mosquitos, vive dentro de los domicilios. Debajo de las plantas de los patios y jardines, por lo que un rociado en las calles tendrá una baja penetración de insecticida en dichos ambientes y no podrá controlar sus poblaciones.
Nace de los huevos que estos adultos dejan en los llamados reservorios o criaderos; recipientes que acumulan agua, texturas oscuras que acumulamos en el patio de casa. No en la hoja de maleza del baldío vecino. Incluso aquí el Aedes no pone huevos en yuyos. Lo hace en la basura que está debajo. Son conclusiones de miles de estudios y trabajos científicos. Personas que por años han investigado la conducta de estos insectos.
Pero nada sirve, nada nos llena. Siempre buscamos la manera de descargarnos de responsabilidad: es más fácil tomar esta actitud en la vida que admitir que nosotros influimos en los acontecimientos.
Evidentemente en ese afán de quitarnos culpas, menospreciamos la ciencia y, nos pronunciamos con una capacidad altamente superior, a punto tal que ahora, mandamos a fumigar las calles cuando el bicho está en casa. Un esfuerzo poco útil, pero que nos dejará conformes porque la culpa es del otro. De eso se trata.
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