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Ambos murieron con apenas un año de diferencia. Recordar la amistad entre dos de nuestros pilares de la emancipación es una forma de reconocerlos como hombres, no sólo con un objetivo común, sino también por su afinidad y camaradería en tiempos de guerra.
Opinión01/07/2024 Lic. Eduardo PomaMartín Miguel Juan de Mata Güemes y Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano compartieron principios, ideales y estrategias en el ámbito militar, político y social. Esas características, que los unieron en la lucha por la libertad, fructificaron en uno de los sentimientos más nobles que puede unir a los seres humanos: la amistad.
Quizás se conocieron durante las invasiones inglesas en las que ambos participaron defendiendo Buenos Aires o cuando Belgrano arribó a Salta a tomar el mando del Ejército Expedicionario al Alto Perú. Lo concreto es que entre los años 1816 y 1819 se escribieron numerosas cartas cuya lectura nos permite conocerlos interiormente.
Ambos amaron y sufrieron por la Patria, pero también amaron y sufrieron por ellos mismos y por sus seres queridos. Compartieron la angustia de las intrigas tramadas por enemigos internos y externos, la falta de recursos, de apoyo, el desinterés y la constante acción difamatoria de quienes quisieron cortar el lazo que los unía.
Cuando en 1812 Juan Martín de Pueyrredón, Jefe del Ejército Expedicionario (cargo que consideraba un infortunio), fue reemplazado, varios integrantes de ese Ejército (envidiando la disciplina y éxito con que las milicias salto jujeñas se desempeñaban) sembraron falsas acusaciones contra Güemes. Al asumir la Jefatura, el Gral. Belgrano priorizó el saneamiento de la desmoralizada fuerza adoptando medidas como el traslado de oficiales entre los que incluyó a Güemes. (Güemes tenía entonces 27 años, Belgrano 42).
Güemes fue enviado a Santiago del Estero y luego destinado al Estado Mayor en Buenos Aires, donde permaneció hasta a comienzos de 1814. Regresó a Salta como Teniente Coronel bajo el mando de José de San Martín cuando este reemplazó a Belgrano en el Ejército,y algunos historiadores hablaron, sin mucho fundamento, de la enemistad que lo separaba con el creador de la Bandera.
Belgrano se hizo cargo nuevamente del Ejército en 1816, allí nació y se consolidó la amistad con Güemes. Las expresiones que intercambiaron en sus cartas (se recopilaron 129 cartas dirigidas por Belgrano a Güemes y 14 de Güemes a Belgrano, cabe acotar que muchas cartas de Güemes no han sido recuperadas aún) son de valoración, admiración y afecto mutuo. Güemes era entonces gobernador de la Intendencia de Salta y comandante general de sus fuerzas. Belgrano era Jefe del Ejército Auxiliar del Alto Perú acantonado en Tucumán.
Güemes y Belgrano vivían la misma angustia: la falta de recursos y sensibilidad de quienes se desentendieron de una guerra que se peleaba por todos. Las cartas y oficios ayudan a comprender la difícil situación que enfrentaban.
En los escritos se aprecia que a la permanente amenaza del enemigo externo; la apatía del pudiente y a la falta de auxilios de las demás Provincias, se sumaba la grave sequía que azotaba la región. El clima parecía aliarse a la pobreza general en que se encontraban los sufridos habitantes, incrementando la angustia ante el riesgo de mortandad de animales y pérdida de cosechas.
Güemes se vio obligado a hipotecar sus propios bienes. El 27 de junio de 1818 informaba a Belgrano que iniciaba la marcha a Jujuy y que debido a la miseria había solicitado un préstamo dando en garantía sus propiedades. Belgrano lo informó al Gobierno central pero el Estado no abonó éste ni otros préstamos. Güemes perdió lo hipotecado.
La amistad que Güemes y Belgrano se profesaban fue aparejada a una constante preocupación por la salud del otro. Ambos padecían trastornos digestivos, respiratorios y articulares.
En 1819, gravemente enfermo, Belgrano solicitó la presencia del Dr. José Redhead, quien vivía en Salta y era médico del Gral. Güemes. Belgrano renunció al mando del Ejército y se dirigió a Buenos Aires asistido por el médico escocés pero sus intentos fueron vanos. Belgrano partió hacia la eternidad, ocasionando un gran dolor en el corazón a su amigo. Después de todo lo que hizo por la patria y las donaciones que hizo de su patrimonio para la educación, muere en la pobreza y el olvido. Aquejado por una grave enfermedad (hidropesía) que lo minó durante más de cuatro años, y todavía en su plenitud, el prócer murió en Buenos Aires el 20 de junio de 1820, empobrecido y lejos de su familia. Sólo un diario, "El Despertador Teofilantrópico" se ocupó de la muerte de Belgrano, para los demás no fue noticia. Culminaba así una vida dedicada a la libertad de la Patria y a su crecimiento cultural y económico.
Simultáneamente Güemes era nombrado por San Martín, General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú.
Pero más allá de los éxitos en la guerra o en la política, muchas veces aliados al destino o a los caprichos de la fortuna, la verdadera grandeza de Güemes radica en su fe, en su entrega total a la causa que creyó justa. Es la que lo impulsó a abandonarlo todo, su familia, sus bienes, su tranquilidad y, finalmente, su vida. Cuando sus amigos de su medio social sólo se preocupaban de conservar sus posesiones, Güemes los urgía al sacrificio. Esta fue la causa por la que fueron abandonándolo poco a poco, ya que es propio de la naturaleza humana que cuanto más se posea, menos estará dispuesta a la lucha y el sacrificio. Por ello, en la hora de su muerte, aquel 17 de junio de 1821, solamente los Gorriti y unos pocos más de la clase pudiente y culta le quedaban a su lado.
La verdadera fuerza del caudillo estaba en su pueblo. Sus milicias se formaron con pastores y arrieros, labradores y artesanos. Estas personas humildes fueron las que le dieron al Gobernador todo su apoyo y afecto, a tal punto que lo llamaban “padre de los pobres”. Y este poder y levantamiento que Güemes dio a esa clase fue, quizás, lo que más dolió a las personas pudientes y cultas, y por lo que no sería perdonado. Este sector social terminó finalmente traicionándolo y pactando con el enemigo. Su prematura muerte a los 36 años, le impidió cumplir con su parte del plan continental de avanzar con un ejército por el Alto Perú, para abrir un segundo frente a los realistas de Lima. Por lo mismo, el Gral. San Martín debió ceder a Bolívar la gloria de culminar la guerra de la independencia.
Por Lic. Eduardo Poma
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