Jóvenes y reforma laboral: oportunidad antes que miedo

Los jóvenes de hoy ya no buscan la “relación de dependencia” como destino natural. No imaginan 30 años dentro de una misma empresa ni consideran que estabilidad signifique quedarse quietos. Para esta generación, trabajar ya no es pertenecer, sino adaptarse | Por José Coria

Opinión12/12/2025José Alberto CoriaJosé Alberto Coria
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En medio del debate por la reforma laboral que impulsa el Gobierno nacional, aparece un dato que rompe con la lógica tradicional del conflicto: mientras muchos adultos temen a los cambios, una parte importante de los jóvenes los mira como una oportunidad. No desde una adhesión ideológica, sino desde algo más simple y crudo: necesitan trabajo, lo buscan como pueden y sienten que cualquier apertura puede ayudarlos a entrar.

Esa diferencia generacional no es menor. Habla de dos miradas del mundo laboral que hoy conviven en la Argentina: la de quienes crecieron bajo un modelo de estabilidad, derechos conquistados y empleos formales; y la de quienes ingresan a un mercado marcado por la informalidad, la tecnología, la precariedad y la reinvención constante.

Optimismo sin red

Según el estudio de Reyes-Filadoro y Enter Comunicación, el 76% de los jóvenes cree que conseguirá el trabajo que desea, a pesar de que la realidad les muestra salarios bajos, exigencia de experiencia imposible de validar y un mercado económico con pocos signos de despegue. Es un optimismo que convive con otra certeza: saben que no tendrán la vida laboral de sus padres.

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Ya no buscan la “relación de dependencia” como destino natural. No imaginan 30 años dentro de una misma empresa ni consideran que estabilidad signifique quedarse quietos. Para esta generación, trabajar ya no es pertenecer, sino adaptarse.

Por eso se sienten cómodos con ciertos planteos de flexibilización: jornadas menos rígidas, acuerdos por objetivos, pagos digitales, espacios híbridos y más libertad para decidir cómo y cuándo trabajar. No es rebeldía, es supervivencia. Es la respuesta generacional a un sistema que ya no les garantiza nada.

De la lucha colectiva a la estrategia individual

El informe revela otro fenómeno: los jóvenes no esperan que el Estado, los sindicatos o las empresas les resuelvan el futuro. Arman su salida como pueden: estudian lo que el mercado pide, emprenden, hacen trabajos por cuenta propia, se capacitan con IA y se mueven entre plataformas y redes sociales.

Mientras las generaciones mayores miran la reforma desde el temor a perder derechos, los jóvenes la miran desde la necesidad de ganarlos. Para muchos, el “trabajo ideal” es aquel que permite vivir un poco mejor ahora, no dentro de 20 años.

El mercado que los espera

Aun así, hay un desafío que la reforma no puede ignorar: los sectores que más crecerán (agro, minería, servicios financieros, economía del conocimiento) no coinciden con los que más empleo generan. La gran masa laboral sigue concentrada en comercios, construcción y servicios básicos, que hoy están en retracción.

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La flexibilidad puede abrir puertas, pero no reemplaza a un mercado que genere oportunidades reales.

Un cambio cultural, no solo legal

La verdadera discusión no es solo sobre indemnizaciones, horas o convenios. Es sobre un cambio de época. Los jóvenes ya trabajan distinto, se relacionan distinto con las empresas y piensan distinto su futuro. Postergan la casa, la familia, el auto. Apuestan al equilibrio y no al sacrificio que vieron en sus padres. Son la generación de “vivir ahora” en una Argentina que siempre promete después.

Y sin embargo, son conscientes de las desigualdades: creen que tienen más oportunidades profesionales, pero no mejor situación económica. Saben que la educación es clave, pero también que los contactos siguen pesando. Son optimistas, pero no ingenuos.

La gran pregunta

Frente a este escenario, la reforma laboral debería preguntarse algo más profundo que cómo reducir costos o modernizar procesos:

¿Qué modelo laboral necesita la generación que ya está redefiniendo el trabajo?

Porque el peligro no es que los jóvenes rechacen los cambios. El riesgo es que vuelvan a quedar al margen si el sistema se reforma pensando en el pasado y no en el futuro.

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