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Cada vez más personas mayores luchan contra la adicción al alcohol u otras drogas, pero pocos servicios se adaptan a sus necesidades
Opinión21/09/2024José Alberto CoriaLas adicciones afectan a todo el mundo, sea cual sea su edad, pero las personas mayores suelen ser más vulnerables que otras debido a la pérdida de autonomía, la frecuencia de patologías crónicas y dolorosas, acontecimientos vitales marcados por el duelo o que sus necesidades específicas no son tenidas en cuenta.
Sin embargo, sólo recientemente los/as profesionales de la salud y los equipos de investigación han empezado a interesarse por el problema del consumo de drogas y la adicción entre las personas mayores, después de haberse centrado en el rango de edad de la población adulta joven mayoritariamente. A medida que los baby boomers cumplen 65 años, aumentan los trastornos por consumo de sustancias y otros trastornos adictivos, en particular debido a su consumo anterior: estas poblaciones están envejeciendo, pero conservan los hábitos de consumo de alcohol y otras drogas que han tenido toda la vida.
En los países occidentales, los baby boomers tienen ahora 65 años o más. Consumen mucho más alcohol y otras drogas que sus padres y madres. El ámbito del tratamiento de adicciones no está preparado para responder a sus necesidades
Uno de los primeros informes internacionales que abordó el tema fue publicado en 2021 por la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (Naciones Unidas). El primer capítulo, titulado «Una epidemia oculta: el consumo de drogas entre las personas de edad«, comienza esbozando el problema del envejecimiento de la población mundial (según la ONU, 703 millones de personas tenían 65 años o más en 2019, y se espera que esta cifra se duplique hasta los 1.500 millones en 2050), antes de destacar el aumento del consumo de drogas y las muertes relacionadas, así como los trastornos relacionados con las drogas entre las personas mayores.
Este aumento afecta sobre todo a los países de renta alta y se explica, en particular, por el avance de la edad de la generación del baby-boom, es decir, las personas nacidas entre 1946 y 1964, un periodo de altas tasas de natalidad en el que el consumo de drogas empezaba a alcanzar niveles relativamente altos. Es más, el informe señala que esta tendencia al alza va a continuar en los próximos años, a medida que se jubile la última generación del baby-boom (por no hablar de la Generación X o los Millennials que le seguirán).
Otra cuestión relevante a nivel epidemiológico es el incremento del consumo de sustancias legales en personas mayores, especialmente de hipnosedantes y analgésicos opioides, con alto potencial adictivo. Esto se debe, en gran parte, a una hiper medicalización desde el sistema sanitario de las personas mayores debido en gran parte a los enfoques biomédicos de los tratamiento y a los escasos recursos económicos y humanos dedicados para realmente atajar los determinantes sociales de los malestares de las personas mayores.
Esta cuestión hace que tengamos al menos dos perfiles de personas mayores consumidoras: aquellas quienes han envejecido junto a las drogas, y aquellas que han empezado a consumir “legalmente” debido a los malestares psicosociales asociados al envejecimiento.
Sin embargo, como muestra el informe, se trata de una realidad oculta porque los estudios epidemiológicos suelen centrarse en la población general, de 15 a 65 años, o en los jóvenes, los adultos jóvenes y los grupos marginados y de riesgo.
Ciertos grupos, como las mujeres y, en particular, las personas mayores, han sido desatendidas en la recopilación de datos. Científica, epidemiológica y culturalmente, se ha tendido a este grupo poblacional.
Esto se pone de manifiesto en las lagunas de la literatura científica y en las actitudes que prevalecen en la sociedad en su conjunto hacia las personas mayores. Por último, cabe señalar que, aunque el problema del consumo de sustancias entre los mayores está empezando a reconocerse como tal, la falta de información y de datos hace que aún se desconozcan muchas cosas sobre los verdaderos retos a los que se enfrentan los propios mayores afectados.
Aunque el consumo de drogas ilegales tiende a disminuir con la edad, las adicciones son una realidad entre las personas mayores, aunque a menudo adopten formas diferentes a las de los más jóvenes. El envejecimiento conlleva importantes cambios fisiológicos: el cerebro se vuelve mucho más sensible a los efectos del alcohol y otras drogas, con consecuencias para la salud de las personas. Además, la adicción entre las personas mayores tiene un gran impacto en su entorno social, sus relaciones con la familia y los amigos/as, y su participación en la vida comunitaria.
De hecho, el envejecimiento es una época de gran fragilidad, que conduce a una mayor vulnerabilidad frente a las adicciones.
Esta fragilidad está vinculada, en particular, a la conciencia y la percepción que las personas que envejecen tienen de sí mismas, así como a la forma en que son vistas por los demás. También hay que tener en cuenta la pérdida progresiva de capacidades cognitivas y motoras, lo que conlleva una vulnerabilidad emocional y un menor nivel de independencia en la vida cotidiana, por no hablar de un riesgo mucho mayor de caídas tras un consumo de alcohol, incluso moderado.
Por último, los factores sociales, emocionales y de salud mental son igualmente importantes. Están relacionados, por ejemplo, con las perdidas efectivas de vínculos significativos, la sensación de aburrimiento o incluso de pérdida de utilidad social que puede abrumar a las personas mayores en la jubilación, dejándoles la impresión de ser una carga, real o imaginaria, para los demás, y provocando una pérdida de autoestima. Las personas mayores también corren el riesgo de verse cada vez más aislados socialmente, sobre todo tras el alejamiento de un familiar o la muerte de un cónyuge, fenómeno que explica en parte la elevada prevalencia de la depresión entre las personas mayores.
Atender a personas mayores con problemas de drogodependencia significa ante todo satisfacer sus necesidades específicas, pero también plantea algunos retos particulares.
Los profesionales de salud carecen de herramientas diseñadas específicamente para las personas mayores, lo que dificulta la identificación de problemas de consumo de riesgo o trastornos por uso de sustancias (TUS), sobre todo porque es menos probable que las personas mayores vean el consumo de sustancias como un problema y, por tanto, acudan a los servicios adecuados.
Además, los y las profesionales pueden no estar formados para reconocer los signos asociados a estos problemas, o interpretarlos como síntomas del envejecimiento.
A pesar de ello, el consumo de drogas y otros trastornos adictivos en personas mayores es un problema creciente que requiere una comprensión detallada de los retos y consideraciones únicos asociados a esta etapa de la vida. Por eso debemos garantizar que la atención se adapte a estos retos.
La campaña «Leave No One Behind» pide a los poderes públicos que inviertan más en este ámbito.
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