La muerte de una docente pone en jaque la seguridad y salud de los maestros

Adriana Armella, una docente de 56 años y vicedirectora de la Escuela Normal "Juan Ignacio Gorriti", falleció tras descompensarse durante una reunión de padres el 20 de marzo. La docente sufrió un ACV en pleno encuentro.

Sociedad28/03/2025Carolina SaraviaCarolina Saravia
maestra

La tragedia que golpeó a la comunidad educativa de Jujuy ha dejado al país consternado. Adriana Armella, una docente de 56 años y vicedirectora de la Escuela Normal "Juan Ignacio Gorriti", falleció tras descompensarse durante una reunión de padres el 20 de marzo. La docente sufrió un ACV en pleno encuentro, siendo trasladada de urgencia al hospital, pero lamentablemente perdió la vida días después, a pesar de los esfuerzos médicos.

Este fatídico suceso ha encendido la alarma sobre la precariedad en la que viven muchos educadores, quienes, a menudo, enfrentan jornadas laborales agotadoras y una enorme presión. Sus compañeros de trabajo, visiblemente dolidos, publicaron una carta que refleja la profunda tristeza, pero también la creciente preocupación por la situación de los docentes en todo el país.

En su escrito, los colegas de Adriana preguntaron:

"¿La escuela vale nuestras vidas? ¿Hasta cuándo?

La muerte de nuestra compañera no es un drama aislado, es el síntoma de una enfermedad que carcome la educación pública: la normalización del desgaste docente como si fuera un sacrificio obligatorio".

Este llamado de alerta subraya una realidad muchas veces ignorada: el sistema educativo parece exigir un nivel de sacrificio extremo por parte de los docentes, que ven su salud física y emocional puesta en juego, mientras que su labor es, en muchos casos, subestimada o desprestigiada.

Con la muerte de Adriana, la sociedad debe reflexionar sobre cómo estamos cuidando a aquellos que tienen la responsabilidad de formar a las futuras generaciones. La educación no debería ser un campo de sacrificios, sino un espacio donde la seguridad, el bienestar y el respeto hacia los docentes sean una prioridad. 

El dolor de la pérdida de Adriana es también el dolor de toda la comunidad educativa que reclama un cambio urgente en las condiciones laborales de los docentes. La vida y salud de un docente debe dejar de ser sacrificios invisibles en aras de una educación pública que debe protegerlos, no consumirlos.

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