
Al final del día, la señal que el Gobierno quería enviar nunca salió. Y lo que quedó fue una imagen incómoda: un Ejecutivo que quiso avanzar rápido, pero terminó el año con las manos vacías.

El aumento de fraudes digitales en Argentina ya se siente en cada localidad. Historias como la de Marcela, en Las Lajitas, muestran cómo estos delitos avanzan sobre vecinos comunes y obligan a encender todas las alarmas | Por José Alberto Coria
Opinión29/11/2025
José Alberto Coria
Las estafas virtuales dejaron de ser un problema lejano para convertirse en una amenaza real que ya golpea a nuestros pueblos. Lo que antes parecía propio de las grandes ciudades o de usuarios expertos en finanzas hoy está llegando a cualquier celular, a cualquier casa y a cualquier vecino.


El caso de Yohanna Marcé, en Las Lajitas, lo deja en evidencia. Con una valentía enorme, decidió contar públicamente cómo una app clonada y una falsa oferta de trabajo la llevaron a perder millones de pesos, endeudarse y atravesar un calvario emocional difícil de dimensionar. Lo hizo para que otros no pasen por lo mismo. Y su decisión nos obliga, como comunidad, a prestar atención.
No se trata de un hecho aislado. Según la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia, en 2024 se registraron más de 34 mil denuncias por delitos informáticos en la Argentina, un aumento del 21% respecto del año anterior. La cifra marca un récord histórico. Y no es casualidad.
Los fraudes más comunes son las ventas falsas en Internet, la usurpación de identidad, el acceso ilegítimo a cuentas, el phishing y las estafas que imitan a plataformas de inversión o criptomonedas. Todo ocurre en entornos cotidianos: un mensaje en WhatsApp, una llamada que aparenta ser del banco, un enlace que promete ganancias rápidas, una propuesta laboral demasiado tentadora.
Detrás de cada maniobra hay grupos organizados que conocen los miedos y los hábitos de la gente. Utilizan herramientas simples, pero efectivas: presión psicológica, supuestos errores del sistema, promesas de devolución inmediata, la ilusión de “recuperar lo perdido” si se hace un último pago. Así atrapan a miles de argentinos cada año.
Ante este escenario, la prevención es clave. Ningún vecino tiene por qué ser especialista en tecnología. Pero sí podemos generar hábitos básicos: desconfiar de ofertas milagrosas, no compartir códigos de verificación, evitar instalar aplicaciones desconocidas, confirmar la identidad de quien se comunica y frenar cualquier operación que genere duda o presión.
Las estafas virtuales están creciendo porque encuentran un terreno fértil: gente de buena fe, buscando resolver su vida diaria, trabajando, invirtiendo o tratando de mejorar su economía. Por eso es fundamental hablar del tema, informar y acompañar a quienes se animan a denunciar.
Hoy, Marcela alzó la voz para proteger a otros. Pero mañana podría ser cualquier vecino, cualquier familia o cualquier joven que reciba un mensaje equivocado. La amenaza ya golpea a nuestros pueblos. La respuesta tiene que ser colectiva, informada y sin vergüenza: nadie está solo frente a este nuevo tipo de delito.



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