El día de la Soberanía Nacional que no se recuerda

"Es importante hacer escuela en la reivindicación de fechas y efemérides importantes, que deben ser ejemplos para las actuales generaciones, de que una Argentina unida y digna puede ser posible"

Opinión03/11/2023 Prof. Eduardo Poma
Lic. Eduardo Poma
Lic. Eduardo Poma

       Lamentablemente el 20 de noviembre es una fecha que pasa desapercibida para gran parte de los argentinos, este año aún más, por encontrarse dentro de un feriado puente bastante “anormal”, ya que el día 20, será el día después de una elección nacional de alto impacto, de dos modelos en puja, que pretenden rescatar una argentina que languidece y presenta una crisis preocupante para un país que tiene todas las condiciones para ser potencia mundial, pero que la realidad golpea y duele  por tantas décadas de fracasos políticos. Pero es importante hacer escuela en la reivindicación de fechas y efemérides importantes, que deben ser ejemplos para las actuales generaciones, de que una Argentina unida y digna puede ser posible.  

        En 1845 los ingleses y franceses que bloqueaban el río de la Plata, decidieron también forzar el Paraná, para hacerlo navegable e introducir las mercancías europeas y comunicarse con el Paraguay y Corrientes, donde tenían como aliados a los unitarios. Rosas ordeno al general Lucio Mansilla que monte las defensas, y en el recodo que forma una entrada sobre la costa, poco arriba de San Pedro, donde el rio tiene unos 700 metros de anchura, conocido como paraje de Punta o Vuelta de Obligado, se instalaron 4 baterías. Estas constaban de 35 cañones de diverso calibre con un máximo de 24 libras, servidos por 220 artilleros a las órdenes del coronel Juan Bautista Thorne. Se construyeron barricadas de tierra apisonada entre maderos para guarecer la tropa y la infantería por un total de 2.090 hombres, comandados por los coroneles Ramón Rodríguez y José M. Cortina. Entre los oficiales se encontraba el teniente Facundo Quiroga, hijo del asesinado General de la Confederación. Además, se cruzó sobre las aguas, de orilla a orilla, tres líneas de gruesas cadenas sobre 24 barcazas desmanteladas cerrando el paso del Paraná. Un extremo de las cadenas lo sostenía el bergantín “Republicano”, y el otro grandes anclas clavadas a tierra. También colaboraron 300 vecinos de la zona.

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En la tarde del 18 de Noviembre apareció la escuadra anglo-francesa, con unos 20 barcos, algunos de ellos a vapor. Traían 113 cañones de grueso calibre, hasta 80 libras, y obuses que eran la última palabra en artillería de caño estriado, una maravilla de potencia y precisión. Al  verla el general Mansilla arengó a la tropa señalando: “allá los tenéis: considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra patria al navegar, sin más titulo que la fuerza, un río que corre por el territorio de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Vamos a resistirle con el ardiente entusiasmo de la libertad! Suena ya el cañón. Tremola en el río Paraná y en sus costas el pabellón azul y blanco, ¡Y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!”

        A las 9 de la mañana del día 20 de noviembre comenzó la batalla cuando la escuadra abrió fuego. La fanfarria del batallón de Patricios lanzó al aire los acordes del Himno Nacional, y el general Mansilla ordenó a las baterías responder al fuego enemigo. Hacia el mediodía es un infierno que todo lo incendia en derredor. Dos barcos enemigos quedan fuera de combate, y el bergantín “Republicano”,  que sostiene una punta  del encadenado, es hecho volar por su propia tripulación al quedar sin pólvora. Las bocas de algunos cañones federales quedan reventadas por la modernísima artillería anglo-francesa, pero los defensores aguantan firme. El coronel Thorne ordena sostener los disparos, pero una esquirla lo levanta en peso revolcándolo entre escombros, piedras, metal partido y cadáveres, dejándolo sordo por el resto de sus días. A la caída de la tarde, después de 8 horas de cañoneo, ya no hay munición argentina. Se dispararon más de 4.000 tiros. Los enemigos bajan lanchones de desembarco para iniciar la invasión. El general Mansilla ordena contraatacar a la bayoneta cuando una bala lo voltea y queda herido. Lo sigue en el mando el coronel Rodríguez, al frente del regimiento de Patricios. Los ingleses son rechazados, pero luego llegan los refuerzos franceses. Al anochecer, los argentinos se repliegan a San Nicolás, llevando las banderas y 350 heridos. En la costa quedan 250 muertos entrañables. Los invasores sufrieron más de 150 bajas.

Soberanía

        Esta batalla asombro a los pueblos americanos. Nuestra joven República tenía la osadía de desafiar a las dos mayores potencias imperialistas de esa época: Francia e Inglaterra. Pero lo triste es que hubo argentinos que colaboraron con los invasores. Por ello el general San Martin dijo: “…lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.

         En recuerdo de esta hazaña se instituyó que cada 20 de noviembre sea recordado como “Día de la Soberanía Nacional”. Pero el gran protagonista de esos años heroicos fue don Juan Manuel de Rosas, a quien el mismo Padre de la Patria rindió un homenaje imperecedero, cuando legó en su testamento al Restaurador su sable, símbolo de la gesta emancipadora americana, hecho que fue ocultado por la historiografía oficial y liberal hasta bien avanzado el siglo XX.

         He aquí lo que dice el testamento del Gral. San Martín: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarle”.

Por Lic. Eduardo Poma

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