El caso Tula: reconstrucción completa del crimen que estremeció a Cerrillos en 2005

Una reconstrucción completa del expediente y los testimonios recogidos en 2005 permite revisar, veinte años después, cómo se desarrolló el crimen de Alejandra Carabajal en Cerrillos, un hecho que movilizó a toda la comunidad y derivó en una de las investigaciones más extensas de la justicia salteña.

Judiciales20/11/2025Por Expresión del SurPor Expresión del Sur
Crimen

El homicidio de Alejandra Elizabeth Carabajal, ocurrido en septiembre de 2005 en la localidad de Cerrillos, continúa siendo uno de los episodios más estudiados dentro de la crónica policial salteña. La reconstrucción del expediente judicial, los testimonios recogidos en aquellos días y la secuencia establecida por la investigación permiten delinear con precisión cómo se gestó y desarrolló uno de los crímenes más violentos registrados en la provincia.

Carabajal, de 36 años, madre de cuatro niños, vivía en el barrio Nuestra Señora del Huerto, en una vivienda que compartió durante años con Raúl Antonio Tula. La pareja se había separado meses antes del hecho, y él había iniciado una relación con una joven de 18 años. A partir de esa ruptura comenzaron los conflictos por la ocupación del inmueble adjudicado a ambos, lo que derivó en continuas discusiones.

El 6 de septiembre de 2005, Alejandra fue convocada por Tula para hablar sobre la vivienda. Ingresaron juntos al domicilio. Desde ese momento no volvió a ser vista. La ausencia inmediata, en un contexto donde la mujer tenía a su cargo a sus hijos, generó alarma entre los vecinos, quienes organizaron una búsqueda espontánea a lo largo del barrio y zonas aledañas. La policía activó un dispositivo de rastreo que se mantuvo durante casi tres semanas. La versión que circulaba provenía del propio Tula: afirmaba que Carabajal había preparado bolsos y se había marchado a la provincia de Jujuy. Esa declaración fue tomada inicialmente, sin indicios concretos que apuntaran a una desaparición forzada.

Las sospechas crecieron cuando, con el paso de los días, comenzaron a aparecer restos humanos en la vía pública. Vecinos hallaron fragmentos óseos, partes de manos y un dedo, que incluso eran retirados de entre perros del barrio. Esos hallazgos llevaron a intensificar los rastrillajes y a concentrar la atención sobre el entorno inmediato de la víctima.

En ese marco, Tula fue detenido para ser interrogado nuevamente. Durante las horas posteriores a su aprehensión, el hombre se quebró y decidió hablar. Señaló que los restos estaban enterrados cerca de las vías del tren, fuera del barrio. Esa declaración condujo al hallazgo del grueso del cuerpo, dividido, colocado dentro de bolsas de plástico y distribuido en distintos puntos del terreno. La labor forense confirmó la identidad de la víctima y permitió comenzar la reconstrucción precisa del crimen.

El estudio tanatológico reveló que Alejandra fue atacada dentro de la vivienda. Presentaba lesiones por arma blanca compatibles con degüello y signos de asfixia mecánica producida con una soga, lo que generó dos hipótesis complementarias sobre la causa final de muerte. Tras el homicidio, Tula permaneció dentro del inmueble durante horas, realizando el despiece del cuerpo. Los cortes, según indicaron los médicos forenses, evidenciaban conocimiento sobre faena y fueron ejecutados con al menos dos cuchillos.

El imputado declaró, durante la investigación, que había intentado hervir partes del cuerpo para facilitar su destrucción, tomando como referencia escenas de una serie televisiva. Ese intento, que no logró su objetivo, fue seguido por la decisión de seccionar el cuerpo en varias partes para introducirlo en bolsos. Con esos elementos, se trasladó caminando hacia la zona de las vías en dos recorridos distintos. Una niña del barrio, de 8 años, lo vio durante esos traslados, lo que posteriormente sirvió para reforzar la ubicación del acusado en el lugar y horario indicados.

En el juicio también se trabajó sobre testimonios que circularon como rumores en el barrio acerca de supuestos asados o comidas preparadas con partes del cuerpo. Esa versión fue descartada durante las audiencias, aunque sí quedó acreditado que el imputado conservó restos dentro de una heladera y que la pareja de entonces utilizaba las mismas ollas en las que él había intentado hervir fragmentos del cuerpo.

El análisis psicológico incorporado al expediente describió a Tula como un sujeto frío, sin manifestaciones de culpa, plenamente consciente de sus actos. Se concluyó que comprendía la ilicitud de la conducta y que se encontraba en condiciones de dirigir sus acciones, lo que permitió sostener su imputabilidad. El informe, elevado por profesionales del Poder Judicial, detalló que el acusado narró el hecho con precisión: dijo que esperó a que la víctima ingresara al baño, tomó un cuchillo, la sorprendió, la sujetó por el cuello y le anticipó que iba a matarla. Posteriormente, la degolló y le aplicó una puñalada en la espalda.

El proceso judicial se extendió hasta marzo de 2007, cuando la Cámara Primera en lo Criminal dictó sentencia y lo condenó a prisión perpetua. La joven que convivía con él fue investigada por presunto encubrimiento, aunque su situación procesal quedó desligada en etapas posteriores. En 2009, la Corte de Justicia de Salta rechazó el recurso de casación presentado por la defensa y dejó firme la condena.

A veinte años del hecho, el caso permanece como un punto de referencia dentro de la crónica policial por la metodología empleada, el impacto social generado en Cerrillos y la complejidad del proceso investigativo, que combinó hallazgos en la vía pública, pruebas forenses, testimonios de vecinos y confesiones parciales del propio agresor. 

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