
Editorial escrita por Nowhereman, un testimonio personal y colectivo sobre las rutas de fe que cada año recorren los peregrinos del Milagro en Salta.
"En la Argentina debemos recuperar el Patriotismo, porque el que no ama a la Patria, a la que ve, no podrá amar a Dios, a quien no ve". En esta columna de opinión, Eduardo Poma advierte el impacto social negativo y causal de muchos males, que genera el actual debate de la política
Opinión20/09/2023 Lic. Eduardo PomaNuestra civilización se encuentra atenazada por dos grandes corrientes ideológicas. Por un lado el individualismo, surgido con la rebelión protestante y consolidado por el liberalismo masónico de la Revolución Francesa, y por el otro la locura del utopismo humanitario de las internacionales marxistas, que aparecieron en el siglo XIX, y que terminan masificando y esclavizando al hombre. Ambas parecen inconciliables, pero en realidad forman parte de la dialéctica utilizada para la disolución de los Estados nacionales.
Y en nuestro país, que no tiene conflictos culturales, raciales ni religiosos, se agudizaron en los últimos años confrontaciones de todo tipo, fomentadas desde el mismo gobierno, y que están creando enemistades y hasta odio por razones políticas, aún en el seno de las familias. Por ello es necesario que los argentinos recuperemos una de las virtudes que hacen grandes a las naciones: EL PATRIOTISMO. Porque como decía el P. Leonardo Castellani, el que no ama a la Patria, a la que ve, no podrá amar a Dios, a quien no ve. Y estos se funden en un sólo amor, ya no son dos. Por supuesto, este amor no se debe confundir con la idolatría pagana de rendir culto de adoración al César, que tanta sangre de mártires costó.
Nuestra Patria fue construida por el amor y hasta el sacrificio de innumerables generaciones que habitaron este suelo, ya desde la época hispánica. Pensemos en un Hernandarias, por ejemplo. Y también fueron muchos los extranjeros que se enamoraron de esta tierra, de su pueblo, de su cultura. Tenemos así a Santiago de Liniers, un verdadero padre de la Patria, o al gran almirante Guillermo Brown, entre tantos otros. Hoy corremos el riesgo de que tanto amor y sacrificio hayan sido en vano, porque no nos realizaremos como Nación si no dejamos atrás el reciente pasado de divisiones y odios impuestos por las alienantes ideologías liberales o marxistas, reconciliándonos entre los argentinos por el bien de nuestros hijos y las generaciones futuras.
Pero esto sólo será posible si avivamos la llama del ya casi extinguido patriotismo. Es que el nombre de Patria no designa el suelo donde nacimos, sino una continuidad de familias que han vivido en ese suelo, adquirido o conquistado, fecundado y defendido. Una continuidad de familias que trabajaron duramente, gloriosamente para la construcción de sus hogares, de sus iglesias, de sus monumentos que protegen la sangre y el espíritu, los valores mortales y morales de los hombres y las sociedades. El patriotismo comienza en el amor al hogar paterno y al pueblo, y se continúa en el amor a la provincia y se consuma finalmente en el amor a la Nación, la que nos incluye sin excluir a nada ni a nadie.
El patriotismo es entonces mucho más que el amor al suelo; es el amor al pasado vivido, al pasado viviente, al pasado que perdura, al pasado que permanece casi incrustado en cada uno de nosotros. El patriota tiene el sentido de la tradición. Tiene conciencia de que debe a todos los que lo han precedido el patrimonio material, intelectual, moral y espiritual del que puede gozar hoy. Reconoce que no debe su felicidad sólo a sí mismo y a sus contemporáneos, y siente vivamente que ha recibido cuando vino al mundo, mucho más de lo que él puede dar. Tampoco ignora que se le impone el grave deber de conservar lo que le fue legado para trasmitirlo íntegro, y enriquecido si fuera posible, para los hijos y nietos que vendrán.
El patriota no tiene el espíritu del advenedizo, que disfruta y abusa del bien común malgastandolo sólo para sí. El verdadero patriota sabe que tiene una deuda. Deuda de AMOR, deuda de RESPETO, deuda de HONOR. Sin embargo, también sabe que ese amor que debe a la Patria no es exclusivo, porque se alía con el amor a la humanidad, a la familia total de Dios, ya que no constituye una forma de egoísmo humano, o una forma de desprecio por los otros tiempos y lugares. El amor a la Patria no se alza contra los demás. Si logramos encender esta llama, la Argentina emprenderá el camino de la reconciliación en pos de su grandeza.
Columna del Lic. Eduardo Poma
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