“El Gobierno cierra el año sin Presupuesto ni reforma laboral”

Al final del día, la señal que el Gobierno quería enviar nunca salió. Y lo que quedó fue una imagen incómoda: un Ejecutivo que quiso avanzar rápido, pero terminó el año con las manos vacías.

Opinión19/12/2025José Alberto CoriaJosé Alberto Coria
Milei

El Gobierno nacional buscaba cerrar el año con una foto clara de gobernabilidad: Presupuesto aprobado y reforma laboral sancionada. No ocurrió ninguna de las dos cosas. Y lo que queda, más que una estrategia frustrada, es la sensación de un Ejecutivo que promete control pero no logra disciplina, ni siquiera entre sus propios aliados.

La media sanción del Presupuesto 2026 ya había dejado heridas abiertas. El rechazo a capítulos clave, la resistencia de gobernadores y el comportamiento errático de diputados “dialoguistas” mostraron que el Congreso no está dispuesto a ser una escribanía. Pero el golpe más duro llegó después, en el Senado, cuando los aliados le marcaron límites claros a la senadora Patricia Bullrich: sin presupuesto, no hay reforma laboral.

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La escena fue elocuente. Bullrich intentó apurar el dictamen, convocó reuniones, prometió respaldo del Ejecutivo y hasta ofreció fechas. Pero se encontró con un muro. Radicales, senadores del PRO y aliados provinciales se plantaron. El hartazgo fue explícito. “Basta de latigazos”, se escuchó en los pasillos. La frase no es menor: revela que el problema ya no es ideológico, sino de formas y conducción.

La reforma laboral era presentada como una señal hacia los mercados, los inversores y el propio electorado libertario. Una muestra de que el Gobierno todavía conserva iniciativa política. Sin embargo, terminó convertida en una promesa postergada, enviada a febrero, envuelta en un anuncio vacío que buscó disimular lo evidente: otra derrota.

Diputados MenemDiputados aprobó el Presupuesto Nacional 2026 con el apoyo de las provincias

El oficialismo queda así atrapado en su propio relato. Predica orden fiscal, pero no logra ordenar a su tropa. Reclama gobernabilidad, pero gobierna a fuerza de presión, sin construir consensos duraderos. Y mientras tanto, el reloj político avanza. Sin presupuesto firme y sin reforma estructural, el Ejecutivo se queda sin herramientas y sin relato.

El mensaje que baja del Congreso es claro: el acompañamiento no es automático y la paciencia tiene un límite. Gobernar no es solo ganar elecciones ni acumular likes en redes sociales. Es articular, negociar y, sobre todo, entender que el poder también se ejerce escuchando.

Al final del día, la señal que el Gobierno quería enviar nunca salió. Y lo que quedó fue una imagen incómoda: un Ejecutivo que quiso avanzar rápido, pero terminó el año con las manos vacías.

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